diciembre 28, 2017

¿Y QUÉ PIENSAN LOS PERONISTAS DEL PERONISMO HOY? (Martin Rodriguez, Pablo Touzon & Agustin Cesio @Tintalimon @PabloTouzon @agustincesio/28-diciembre-2017)


Después de los resultados de octubre, se debate el fin, la caída, le metamorfosis o la resurrección del peronismo. Y ese debate produce cientos de lecturas en las que escasea algo básico: ¿y los peronistas qué dicen, qué piensan? Sobreabundan miradas de “especialistas”, pero pocas voces de políticos y militantes peronistas. La foto de la unidad, que tanto circuló cuando se logró frustrar la votación en diputados, envalentonó el debate y permite, aún cuando luego esa reforma se votó, imaginar un futuro no escrito para la suerte oficial. Hicimos una serie de preguntas a un grupo de militantes de todos el país. Lo que sigue es un resumen de sus respuestas. ¿Cómo es en la provincia la relación entre un peronismo clásico y el kirchnerismo? ¿Cómo es el “mapa peronista” de tu provincia, a quiénes representa el peronismo? ¿Hay peronismo sin kirchnerismo o kirchnerismo sin peronismo? ¿Qué relación tiene el peronismo de tu provincia con el macrismo? ¿Cómo creés que se puede reconstruir un proyecto nacional, que recupere la complejidad que años atrás se pudo combinar? ¿Compartís que eso se ha perdido? Pasen y lean......


http://panamarevista.com/y-que-piensan-los-peronistas-del-peronismo-hoy/








*-(Argentina 2017)-*






*-Fidel Nadal y Pablo Molina/Dame Una Alegría(2003-Argentina)-*

diciembre 21, 2017

“La felicidad es solamente la ausencia del dolor.........”(A.S.)

*-Los Horrendos/Tampoco Es Eso(Bahia Blanca, Argentina, Suramerica)-*











Las calles, reptíleas rendijas, a plomo, con huecos donde esconderse......

Gigolo

Reloj de bolsillo, bien tictaqueo.
Las calles, reptíleas rendijas,
a plomo, con huecos donde esconderse.
La mejor cita, un callejón sin salida,

un palacio de terciopelo
con ventanas de espejos.
Allí se está segura,
sin fotos familiares,

sin anillos nasales, sin gritos.
Relucientes anzuelos, sonrisas de mujeres
hambrean mi volumen
y yo, elegantona con mis calzas negras,

desmenuzo pechos como medusas.
Para nutrir
violonchélicos gemidos como huevos:
huevos y pescado, lo básico,

el calamar afrodisíaco.
Mi boca ríndese,
la boca de Cristo
cuando mi motor llegue a su fin.

El charloteo de mis articulaciones
doradas, mi forma de convertir
perras en pizzicatos argentinos
desenrolla una alfombra, un silencio.

Y no hay fin, no tiene fin.
Nunca envejeceré. Ostras nuevas
estriden en el mar y yo
reluzco como Fontainebleau

contenta,
toda la cascada un ojo
sobre cuya agua tiernamente
inclínome y véome.

Sylvia Plath (1932/1963)










noviembre 07, 2017

“Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad...”(VL)

*-TBJM/Psychic Lips (2017)-*

*-TBJM/My Poor Heart (2017)-*




*-TBJM/Breadcrumbs of Insanity(2017)-*

*-TBJM/Why Bother?(2017)-*




*-TBJM/Who Dreams of Cats?(2017)-*

*-TBJM/Hold That Thought(2017)-*




*-TBJM/My Love (2017)-*

*-TBJM/Skin And Bones(2017)-*




*-TBJM/2012-2013 Sessions-*








*-AN-*


















noviembre 06, 2017

Rio Negro (Argentina): a seis años de la desaparición de Daniel Solano.....



Seis años se cumplen desde la desaparición forzada de Daniel Solano, ocurrida el 6 de noviembre de 2011. Las actividades por el aniversario de su desaparición empezaron el viernes 3 en el acampe frente al Juzgado N° 30 de Choele Choel y continuaron este domingo con actividades artísticas.

Daniel tenía 23 años al momento de su desaparición. Había llegado de Tartagal, Salta, para trabajar en la cosecha de manzanas para la multinacional Expofrut. Descubrió una estafa a cientos de trabajadores rurales y cuando empezó a organizar el reclamo, le tendieron una trampa, se lo llevó la policía del boliche Makuba y nunca más se supo de él.

El Estado ha jugado un rol de encubrimiento. En la causa judicial, que ha tenido todo tipo de vericuetos, la jueza Bosco y el fiscal Flores fueron apartados por no haber hecho lo suficiente para dar con el paradero de Solano. Finalmente fueron imputados siete policías, aunque siguen en libertad, trabajando y portando armas. Y no se ha avanzado un ápice con respecto a los responsables intelectuales de la desaparición, puesto que para avanzar en el punto debería investigarse a las patronales frutícolas.

Estas amasan sus fortunas sobre la base de condiciones atroces de explotación de sus obreros. La desaparición de Solano ha actuado como un mensaje de intimidación contra el superexplotado proletariado rural.

El Estado retacea incluso los fondos para buscar a Solano en un jagüel en el campo La Manuela, donde se presume que podría estar el cuerpo.

Así las cosas, los avances en la causa -cuyo juicio empezaría a sustanciarse en febrero de 2018- obedecen a la lucha de sus familiares y de las organizaciones sociales, políticas y de Derechos Humanos. Su familia ha dirigido recientemente una carta a la familia Maldonado remarcando los puntos comunes entre ambos casos.

El Partido Obrero denuncia la complicidad estatal detrás de este caso. Todos los intervinientes, desde la justicia, pasando por los policías, los empresarios y el poder de turno, han operado a favor del deterioro de la causa. Deben estar en el banquillo de los acusados.

Juicio y castigo a los culpables materiales e intelectuales de la desaparición forzada de Daniel Solano.

Fuente: http://www.po.org.ar


*-Daniel Solano/Golondrina Ausente-*

noviembre 05, 2017

Agustín Tosco: el hombre del mameluco......

Y de pronto, lo esperado, algo azul trepa la cima. Son todos los mamelucos, que corren como la brisa, y salen de todas partes y se acaba la mentira y van o mueren cantando, cada cual tasa su vida. (José Carbajal-Los Olimareños)


Cuando desde el gobierno de Macri, se impulsa una Reforma Laboral, retrógrada, reaccionaria, que ataca las conquistas de la clase obrera, se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Agustín Tosco, el 5 de noviembre de 1975, cuando se encontraba en la clandestinidad, porque el gobierno de Isabelita Perón había decretado su detención, la Triple A lo había condenado a muerte y su gremio Luz y Fuerza había sido intervenido por el Ministerio de Trabajo.

Pensamos, que por la dimensión de su figura, merece que lo recordemos en distintos aspectos de su vida, y eso es lo que intentaremos. Para eso hagamos un ejercicio de memoria de algunos aspectos de su vida.

Fue un dirigente sindical combativo, clasista, honesto, solidario, democrático. Hizo un culto de la Unidad, y el respeto a la Pluralidad de ideas, posiciones, y acciones

Mantuvo su militancia y demostró entereza cuando fue perseguido y detenido en varias ocasiones, hasta que la muerte lo encontró en la clandestinidad, cuando tenía orden de captura dictada por la presidenta Isabel Martínez de Perón y estaba condenado a muerte por la Triple A. “Fui detenido por primera vez en Misiones, durante una semana de 1957, por una huelga en defensa de los compañeros de Luz y Fuerza. Luego todo empezó en el 69. Me detuvieron por 48 horas, días antes del Cordobazo, en el barrio Clínicas. Después del levantamiento estuve preso siete meses en La Pampa y en Rawson. Más tarde fui detenido otro par de veces; una vez que atacaron el sindicato a balazos, y luego del Viborazo, en abril del 71, lo que motivó mis once meses en Devoto y el resto en Rawson”.

A pesar de todo eso, no pudieron quebrarlo, no se vendió, ni se alquiló a los patrones y políticos del poder económico.

Se definía como “marxista-socialista”, “los fundamentos que tengo están elaborados en base al materialismo dialéctico, y en lo político estoy por la unidad de las fuerzas de la distintas tendencias, sin discriminaciones ideológicas”.

Se pronunció por una sociedad sin explotadores ni explotados, con posiciones antiimperialistas, antidictatoriales e internacionalistas.

Ante la consulta de ¿Cuál revolución es la que propugnaba?, no vaciló en responder: “En realidad la única revolución posible es la que cambie la propiedad de los medios de producción y de cambio, ahora en manos de entes privados y privilegiados, para colocarlos en manos del pueblo. Es la revolución socialista, con sus características y su desarrollo histórico según las condiciones nacionales de cada país”.

Y para que no quedaran dudas de sus posturas declaró “nosotros queremos rescatar los medios de producción y de cambio que están en manos de los consorcios capitalistas -fundamentalmente de los monopolios- para el pueblo. Nuestro punto de vista es que deben desaparecer las clases y que debe existir una clase: la de quienes trabajan. Y no como ahora, que existen: la de los explotados que trabajan y la de los explotadores que sólo viven del esfuerzo de los demás”.

Acordó con dirigentes sindicales con los cuales tenía serías diferencias, la convocatoria al paro con movilización del 29 de mayo de 1969, que culminaría en el Cordobazo. Compartió con los comunistas la construcción de la Comisión Nacional Intersindical y el Encuentro Nacional de los Argentinos, apoyó la candidatura peronista de Atilio López para la vicegobernación de Córdoba en 1973, impulsó y participó en los Plenarios Antiburocráticos junto a numerosos gremialistas combativos, y se sumó entusiastamente a los Congresos del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), que impulsaba entre otros el ERP-PRT. En tanto que su abogado y amigo fue el radical Hipólito Solari Irigoyen.

Uno de los principales ejes de su accionar en el gremio, fue la práctica de la Democracia Obrera, y la definió sin dejar dudas: “Ya sea en el terreno institucional, en el de la resistencia e incluso en la clandestinidad, no hay otra relación posible que la democracia de bases. Es decir el contacto directo entre los trabajadores y sus representantes o dirigentes. La concienciación a nivel de bases. La reciprocidad del intercambio de opiniones. Las asambleas generales, las de sectores, las de unidades de trabajo. Claro que hay diferencias para una situación institucional, de resistencia o de clandestinidad. Pero en definitiva en el terreno del sindicalismo, nada es válido, sin la democracia de bases y la consecuente reciprocidad entre las bases y las direcciones. En todos los casos de manera tal que las bases sean las que decidan como protagonista de la vida y de los objetivos de su organización”.

Enfrentó y denunció a los burócratas sindicales, a quienes en aquellos años sesenta y setenta se los llamaba “participacionistas, colaboracionistas o adaptacionistas”, que se movían en forma dependiente y referencial al poder empresarial, político o militar. Supo decir que eran “los que esperan que crezca el costo del nivel de vida para pedir aumento de salarios” y que terminaban conformándose en la práctica con el aumento de salarios que la Secretaría de Trabajo o el Ministro de Economía autorizaban.

“Las victorias más importantes y valiosas son las que se obtienen sobre las propias debilidades. A partir de allí todo es posible. Lo que va contra uno mismo, lo que choca contra el propio ser es lo que destruye. Por eso también Ulises Mc Daniel desde la prisión de San Quintín, se afirmaba así mismo al exclamar: "Si alguna vez quebraran mis troncos / o claudicara junto a mis Compañeros / Este juramento me matará". (Penal de Villa Devoto, 19 de diciembre de 1971)

Autor: Leónidas Ceruti (Historiador)
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Agustin-Tosco-El-hombre-del-mameluco








noviembre 01, 2017

Entrevista al sociólogo Christian Ferrer...... (Por Ana Wajszczuk)

“En nuestros días, las redes informáticas se han ajustado a las ciudades como el nailon a la piel.” Internet apenas empezaba a convivir con la cotidianeidad, y Christian Ferrer ya hacía tiempo que escribía, como en esta cita de su ensayo Mal de ojo (1997), sobre las avanzadas desplegadas por la “matriz técnica” del mundo contemporáneo donde vivimos, con una mirada que tiene el rigor del abordaje histórico pero también la capacidad de la poética de iluminar zonas oscuras. Quince años y varios libros después –entre ellos otros ensayos indispensables sobre filosofía de la técnica como Cabezas de tormenta (2004) o La suerte de los animales (2009) pero también compilaciones sobre pensamiento libertario y biografías como la del escritor Raúl Barón Biza–, con la reciente aparición de El entramado. El apuntalamiento técnico del mundo, una nueva colección de sus ensayos publicado por Ediciones Godot, Ferrer vuelve a hacer del pensamiento sobre la técnica un viaje revelador hacia el corazón de nuestra época. Ensayista y sociólogo, definido muchas veces como anarquista –un tema sobre el cual sabe como pocos–, rara avis entre los profesores de la Universidad de Buenos Aires (donde sus alumnos de la cátedra de Informática y Sociedad son legión), es también parte del grupo editor de la revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica. Entrar en sus ensayos –por donde se pasea la voluntad de “decir verdades implacables” de Schopenhauer y la crítica técnica de Lewis Mumford, tanto Heidegger como los ecos de Guy Debord– es entrar en la zona áurea de nuestra modernidad técnica, donde “toda última tecnología se propaga junto a una buena nueva”, y poder vislumbrar mas allá de la ilusión inevitable que sus juguetes nos provocan.


ENTREVISTA> ¿Cómo surgieron estos ensayos y la posibilidad de compilarlos?
Christian Ferrer: Son diferentes artículos, algunos inéditos, con aproximaciones a cuestiones sobre la técnica, un tema sobre el cual me debo un libro más general. Conciernen a un momento de la historia humana en el cual las personas viven en un mundo maquillado técnicamente, en una burbuja inmunizadora. Fuera de esa burbuja puede haber un mundo o no, eso carece de sentido para quien vive dentro, porque fuera de ese mundo protegido técnicamente no se podría sobrevivir.

¿A eso te referís cuando decís que la “matriz técnica” donde vivimos produce una inmunización?
Sí. La matriz técnica produce vulnerabilidad, esto es, inmunización, pues sin las comodidades, los entretenimientos, la farmacología, los espectáculos, en fin, las excitaciones programadas, nadie podría sostener su personalidad ni su cuerpo. No es solamente síntoma de progreso, o de mejoría en la calidad de vida, o promesa de resolución de antiguos problemas de la humanidad. El progreso técnico no solo coloca al ser humano en una posición dependiente de esos procesos sino, además, lo vuelve vulnerable a cualquier forma de vida que no esté organizada en función de ellos. En otras palabras, los hombres de las cavernas sufrían mucho menos que nosotros.

Podría pensarse en una lectura a vuelo de pájaro que sos un ludita o estás en contra del “progreso”…
No, al revés, a mí no me incomodan las máquinas, son necesarias, son en muchos casos sorprendentes. Y en otros traen aparejadas confortabilidades que hacen la vida más sencilla. Pero soy consciente de que alguien paga el costo, y no es el usuario. Así como quien degustaba una taza de café en el siglo XVIII y era un perfecto iluminista muy racional, carecía, sin embargo de conciencia de que los costos los pagaban los esclavos haitianos que producían el azúcar; de la misma manera quien usa un teléfono celular o una tableta hoy en día no quiere tener conciencia de que los minerales estratégicos necesarios para fabricar esos aparatos se consiguen al precio del trabajo semi-esclavo en el Congo, en medio de una guerra civil con bandas armadas que hacen trabajar a la población a la fuerza. El no saber cuál es el costo del progreso es una precondición para usar las máquinas.

“Las interconexiones de la actualidad suponen un pacto mutuo: yo hago como que estoy vivo y quiero que vos me lo confirmes. Entre otros usos, Facebook sirve para eso.”

¿Y bajo qué otras condiciones generales ves que se vive dentro de esta burbuja técnica?
Me parece que nunca como hasta ahora hemos estado más quietos gracias a la tecnología. Todos experimentamos sensaciones de movilidad permanente porque estamos interconectados “al mundo” o haciendo conexión entre puntos de partida y de llegada, ida y vuelta. Pero estamos quietos en nuestros trabajos, en nuestros hogares. Lo que antes se llamaba el “tiempo de ocio”, el tiempo que nos “libera” el proceso laboral, hoy ha sido secuestrado por las interconexiones de la red informática. Pero no sé si la “conexión”, por sí misma, es algo valioso. Recuerdo que, en mi infancia, en todos los barrios existían los radioaficionados. Tipos que se pasaban todo el día tratando de hacer conexión con algún otro que vivía lejísimo. Su gran logro era poder decir “me conecté con uno de Australia”. ¿Y todo para qué? Para hacer “conexión”, no había otro motivo. Las interconexiones de la actualidad suponen un pacto mutuo: yo hago como que estoy vivo y quiero que vos me lo confirmes. Entre otros usos, Facebook sirve para eso.

Todo esto bombardeado, como decís, por el “terrorismo de la publicidad”: somos ilimitados, estamos conectados todo el tiempo, todos juntos, en todos lados….
¿Y por qué razón habría que estar conectado todo el tiempo? Quizás porque las desdichas de la vida son muy intensas e ineludibles. Las frustraciones derivadas de la vida laboral, de las fricciones familiares, de la monotonía matrimonial, la soledad, el tedio… esos viejos y persistentes problemas de la Modernidad, no han sido resueltos. Ese malestar equivale a la carcoma. Por lo tanto, todo proceso técnico que prometa no solo potenciar el cuerpo sino además resolver problemas de soledad tiene que resultar agradable a los “usuarios”. Hay cientos de millones de personas en el mundo conectados a las redes y sus vidas se pierden en ajetreos olvidables. Hay que trabajar duramente, hay que luchar por conseguir algún tipo de honor, no se dispone de más aventuras que las que proponen la industria del turismo o la del espectáculo, así que la interconexión concede una ilusión de participación, de colaboración. Tener mil amigos, participar de corrientes de opinión, enviar maldiciones a todo tipo de blogs, ser uno más de los cientos de miles de lectores de publicaciones on-line, y así. Pero el número no dice nada. Tal parece que lo importante hoy es emitir “opinión”, que es un género dominante en las redes sociales. Estamos obligados a ser emisores de “información”, todo el tiempo.

Pero sin embargo algunas posibilidades que se ven en las redes sociales podrían estar en consonancia con ideales libertarios: su protagonismo en las rebeliones de Oriente Medio, Global Noise… Hay una idea de que ahora que existen estas posibilidades tecnológicas la gente común tiene un cierto poder.
En verdad, si lo que molesta es el “sistema” tal cual lo conocemos, derrumbarlo es una cosa muy fácil. Basta con dejar de pagar impuestos, o bien sacar todo el dinero de los bancos, o dejar de consumir. Pero nadie, ningún “indignado”, ningún protestón, quiere hacer eso. Además, es necesario estudiar con detenimiento las situaciones históricas en las cuales la tecnología pareciera funcionar como ariete de emancipación. Un “indignado” español, o argentino, un talibán que se comunica con sus cofrades, un salafista en Egipto, un guerrillero checheno… el hecho de que todos usen Twitter, correo electrónico y abran una cuenta de Facebook no los unifica. Me parece que aquellos que anudan todas estas experiencias políticas en un solo matete no saben ni de política ni de historia. En otras palabras, superponen la mística de la tecnología a los acontecimientos, que es una forma de desconocerlos. No desmerezco ni minimizo las posibilidades libertarias que este tipo de tecnologías traen aparejadas, pero no determinan el desarrollo de una situación política. Esa “mística” es una tradición moderna, y eso ha sucedido ya con el telégrafo, el cable submarino y la televisión, de las cuales se esperó que promovieran no solo la interconexión de poblaciones, sino también su “mejoramiento” moral y político.

“A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico”.

Con respecto al cuerpo, un tema recurrente en los ensayos es la pornografía, que ligás a las revoluciones culturales de los años 60. ¿Cuál es el vínculo?
La pornografía es la industria de mayor crecimiento exponencial en Internet. Eso no es un dato menor. Su mensaje, entre tantos otros, pero uno muy poderoso, es el de felicidad compartida. Allí no hay conflicto, no hay tristeza, incluso si aparece el marido cornudo se integra a la felicidad general. Propone ilusoriamente, al menos para la platea masculina, un uso del cuerpo que equivale a la felicidad. Con respecto a las demandas de los años 60, su móvil era desembarazarse de las restricciones a que eran sometidos los afectos y la sexualidad. Se pretendía proclamar una especie de “derecho natural al placer”. En esos años se estableció una plataforma giratoria a la cual todavía estamos subidos, pero como efecto invertido de esas demandas, se desplegó un discurso paradojalmente “juvenilista”. Se intensifica un mandato social que propone experimentar el presente de la forma más placentera posible, pero eso también supone exhibir antes los demás una vida emocional y sexual satisfactoria, y entonces hay que dar pruebas continuas de deseabilidad. Como es difícil cumplir con ese requisito, la angustia, los problemas de “autoestima”, se acrecientan, y para compensar a los desfavorecidos en la lucha por ocupar posiciones en el “mercado del deseo”, todo tipo de industrias modeladoras del cuerpo y la imagen personal hacen su agosto.

Es un momento histórico donde decís que el sexo es “salud y obligación”.
Aparentemente, nunca como ahora, por lo menos en la época moderna, ha habido tantas posibilidades de mantener relaciones afectivas entre personas con tanta libertad. Y sin embargo las personas no se sienten a gusto con sus propios cuerpos, no parecen confiar en sus posibilidades emocionales, no parecen entregarse jubilosamente. Basta con pensar en la importancia hoy en día de la cirugía estética, las dietas, el gimnasio, el consumo de todo tipo de medicamentos destinados a estabilizar los estados de ánimo, el asesoramiento sexológico, como si fuera preciso aplicar, desde un exterior, inyecciones de vida, o potenciadores del cuerpo, una suerte de blindaje de tipo técnico, para que la persona pueda sostener su cuerpo frente a los demás. Se pretende capturar la mirada de los otros para poder afirmar “estoy vivo”. Es el mundo de la frustración permanente.

En ese sentido, la “confortación” espiritual se transformó en el “confort” tecnológico.
Como la formación espiritual es precaria, cuando las personas se hallan a sí mismas en contextos dolorosos o frustrantes, se derrumban. Y entonces requieren de ayuda técnica, sea la farmacología, la cirugía estética, la constante oferta de espectáculos, o la conexión al ciberespacio. A menor fortalecimiento espiritual, mayor necesidad de blindaje técnico.

“La matriz técnica produce vulnerabilidad, esto es, inmunización, pues sin las comodidades, los entretenimientos, la farmacología, los espectáculos, en fin, las excitaciones programadas, nadie podría sostener su personalidad ni su cuerpo.”

En tus ensayos no te preguntás cómo influyen las tecnologías sino en qué historicidad se van inscribiendo y se van haciendo imprescindibles. ¿Cómo historizás la aparición de este momento de aceleración supertecnológica?
Para que existiera la televisión, o el cine, no bastó con la invención del aparato técnico, se necesitaban enormes transformaciones de la subjetividad que son muy previas. Por ejemplo, la construcción de la ciudad moderna como una metrópolis inabarcable por la experiencia, la proliferación de ilustraciones en las revistas, el uso de todo tipo de artefactos ópticos. Se necesitó además, acostumbrar a las personas a que el mundo no se les presentara de forma inmediata sino mediatizada. Y también se necesitó disponer de una fe perceptual en que lo que aparece en televisión es mas verdadero que lo que antes se mostraba de otra manera. Lo mismo pasa con Internet: no es posible conectarse si primero no se hubiera elevado la categoría de información a estatuto de saber. Más importante quizás, la categoría conceptual de “representación”, tanto en política como en el arte y el consumo de espectáculos, se volvió el modo de comprender nuestra relación con “la verdad”.

Y eso no es nuevo…
No, para nada, es un proceso que proviene del siglo XIX, la unificación del mundo mediante procesos comerciales y tecnológicos. El ideal de Internet, en última instancia, es el modelo “Benetton” de la década de 1990, una sociedad global donde todos los habitantes del mundo se entienden entre sí. Pero primero tiene que haber un cierto grado de aplanamiento antropológico para facilitar la interconexión, algo que también concernió a la unificación de pesos y medidas en el siglo XIX, sin la cual la expansión del capitalismo hubiera sido muy lenta.

¿Y cómo nace Internet, como decís, como una “voluntad de poder en sí misma”?
Es un fenómeno de masas, pero asimismo es un vehículo acelerador del capitalismo y del control sobre la población. Un gran movilizador de las finanzas, puesto que se amplía la esfera del consumo. Voluntad de poder significa que es voluntad de voluntad, que se potencia a sí misma. El cristianismo, cuando se expandió por el mundo, a través de la evangelización y la conquista, era una voluntad de poder en movimiento. La televisión en su momento también lo fue. Son fenómenos en los cuales se expanden e intensifican el control, el afán de lucro y la extroversión de las psicopatologías de masa. Es necesaria una mirada menos ingenua sobre las máquinas y los procesos técnicos, una mirada no ajena a la curiosidad pero también escéptica y alerta. ¿Qué ocultan, qué sostienen los aparatos? Esa es la pregunta que me parece importante.


Fuente:https://losinrocks.com/entrevista-al-soci%C3%B3logo-christian-ferrer-d4b62111913

octubre 11, 2017

Lxs "educadorxs" tienen la ingenuidad de unx samaritanx....

El niño criminal! 

lean Genet(1948) 


La radiodifusión francesa me había ofrecido una de sus emisiones, la que llama "Carta blanca". La acepté con el fin de hablar de la Infancia criminal. Mi texto, aceptado en principio por M. Femand Pouey, acaba de ser rechazado. En lugar de orgullo experimenté cierta vergüenza. Yo hubiera querido hacer oír la voz del criminal. No su lamento sino su canto de gloria. Una vana preocupación de ser sincero me lo impide, pero de ser sincero menos por la exactitud de los hechos que por obediencia a los acentos un poco roncos, los únicos capaces de decir mi emoción, mi verdad, la emoción y la verdad de mis amigos. Los diarios se sorprendieron de que un teatro estuviese a disposición de un ladrón -y de un pederasta. No puedo por tanto hablar ante el micrófono oficial. Repito que tengo vergüenza. Sin embargo me hubiese quedado en la noche, pero al borde del día, y regreso a las tinieblas de las cuales hacía tantos esfuerzos por arrancarme. El discurso que leerán fue escrito para ser oído. Lo publico a pesar de todo, pero sin la esperanza de ser leído por aquéllos que amo. En la Radio, lo hubiese hecho preceder por un interrogatorio -administrado por mí- a un juez, a un director de penitenciaría, a un psiquiatra oficial. Todos se negaron a responder....
I.G. 



Tengan a bien comprender, y excusar, mi emoción, al exponer una aventura que fue también la mía. Al misterio que son ustedes me es preciso oponer y deve1ar el misterio de los presidios infantiles. Dispersos en la campiña francesa, a menudo en la más elegante, hay ciertos lugares que no han dejado de fascinarme. Son las casas de corrección, cuyos títulos oficiales y por demás refinados son hoy: "Patronato de rehabilitación moral, Centro de reeducación, Casa de recuperación de la infancia delictiva, etc.".
El cambio de nombre es ya un signo. Las expresiones "Casa de corrección" y a veces "Penitenciaría", que se han vuelto una especie de nombre propio, o, más exactamente aún, que designan un lugar ideal y cruel situado muy profundamente en el corazón del niño, tenían una violencia que los educadores
han tratado de debilitar. De todos modos, así lo espero, secretamente los niños, a pesar de los términos reveladores, de una higiene tan necia, reconocen los nombres de Penitenciaría o Cárcel. Excepto que ahora los sitúan más en una región moral que en un punto preciso del espacio. Era
tonto atacar el nombre creyendo que cambiaría la idea de la cosa nombrada ya que esta cosa es, si me atrevo a decirlo, viviente. Ya que ella se hace por el sólo movimiento, por el solo ir y venir del elemento más creador: los niños delincuentes. O criminales. Quiero decir que este sitio del mundo
que lleva los nombres citados más arriba tiene su reflejo, su imagen más bien, su foco en el alma de los niños. Retomaré esta idea enseguida.
Saint-Maurice, Saint-Hilaire, Belle-Isle, Eysse, Aniane, Montesson, Mettray, son algunos de los nombres que quizá no significan nada para vosotros. En la cabeza de cada niño que acaba de cometer un delito o un crimen, son la proyección, por un tiempo definitivo, de su destino.
"Estoy condenado a los veintiuno" se dice.
Cometen un error (voluntariamente), ya que la conclusión del tribunal que los juzga es ésta: "Liberado por haber actuado sin discernimiento, y confiado hasta la mayoría de edad al patronato de recuperación...", Mas el joven criminal rechaza la indulgente comprensión, y la solicitud, de una sociedad contra la que acaba de rebelarse cometiendo su primer delito. Habiendo adquirido a los quince o dieciséis años, o antes, una mayoría de edad que los más valientes no tendrán ni siquiera a los sesenta, él desprecia su bondad. Exige que su castigo carezca de dulzura. Exige ante todo que los términos que lo definen sean el signo de una crueldad mayor. Es con una especie de vergüenza que el niño confiesa que se lo ha perdonado o que se lo ha condenado a una pena ligera. Él desea el rigor. Lo exige.
En sí mismo mantiene el sueño de que la forma que tomará el castigo será un infierno terrible, y la casa de corrección el lugar del mundo de que no se vuelve. En efecto, de allí no se volvía. Al salir se era otro. Se había atravesado una hoguera. Y los nombres que he citado recién no son indiferentes: están cargados de un sentido, de un peso de terror que los niños además exageran. Ahora bien, esos nombres serán la prueba de su violencia, de su fuerza, de su virilidad. Porque es precisamente ella la que los niños van a conquistar. Exigen que la prueba sea terrible. A fin de agotar quizá una impaciente necesidad de heroísmo.
Mettray, en mi juventud, estaba entre los nombres más prestigiosos: bajo los golpes de un generoso imbécil, Mettray ha desaparecido. Hoyes una colonia agrícola, creo. Era, antaño, un sitio severo. Desde su llegada a esta fortaleza de laureles y de flores -porque Mettray no estaba cercada por murallas- el joven fuera de la ley que desde ese momento llevaba el nombre de colono era el objeto de mil cuidados destinados a probarle su éxito criminal. Se lo encerraba en Una celda pintada por completo de negro (incluso el techo). Después se lo vestía con un uniforme célebre en la región por evocar el espanto y la ignominia. Después, en el curso de su residencia, el colono conocía otras pruebas: las trifulcas, a veces mortales, que los guardias no detenían, las hamacas de los dormitorios, los silencios durante el trabajo y las comidas, las oraciones ridículamente pronunciadas, los castigos de cuartel, los cepos, los pies desollados, la ronda al sol a paso acompasado, la escudilla de agua fría, etc. Nosotros conocíamos todo eso en Mettray a lo que, como se responden los ecos, respondían
el suplicio de los pozos en Belle-Isle, la fosa, la tumba, la escudilla vacía, el cuartel, el juego de las letrinas, la sala de disciplina en las otras colonias.
Los colegios, las escuelas, los liceos, tienen una disciplina que también puede parecer muy severa e impiadosa a las naturalezas sensibles. Responderemos que el colegio no está hecho por los niños. Está hecho para ellos. En cuanto a las penitenciarías, son indiscutiblemente la proyección en el plano físico del deseo de severidad enterrado en el corazón de los jóvenes criminales. Esas crueldades que enumeraba no las imputaré a los directores ni a los guardianes de otro tiempo: éstos no eran más que los testigos atentos, incluso feroces, pero conscientes de su rol de adversarios. Esas crueldades debían nacer y desarrollarse necesariamente del ardor de los niños por el mal. (El mal: entendemos por ello esta voluntad, esta audacia de perseguir un destino contrario a todas las reglas). El niño criminal es aquél que ha forzado una puerta que da a un lugar prohibido. Él quiere que esta puerta se abra sobre el paisaje más bello del mundo, exige que la cárcel que ha merecido sea feroz. Digna, en fin, del mal que él se ha hecho para conquistarla.
     Desde hace algunos años, hombres de buena voluntad intentan suavizar todo esto. Esperan -y a veces lo consiguen- ganar almas para la sociedad. Hacemos, dicen ellos, regresar al recto camino. Las reformas felizmente son de superficie. No alteran la forma. Pero ¿qué han hecho? Al guardián le han dado otro nombre: el celador. También lo han vestido con un uniforme que recuerda un poco menos
al de los guardias de las prisiones. Lo han obligado a servirse menos de la violencia física y del insulto y le han prohibido los golpes. En el interior de este Patronato han dulcificado la disciplina. Han dado a los que ellos llaman los reeducados la posibilidad de elegir un oficio. Han acordado
en el trabajo y en el juego más libertad. Los niños pueden hablar entre ellos, dirigirse al celador ¡O al director! Se favorece el deporte. Los equipos de fútbol de Saint-Hilaire se enfrentan a los de los pueblos vecinos y los jugadores se desplazan a veces solos de un pueblo a otro. En el Patronato se tolera la prensa. Una prensa sin embargo seleccionada, depurada. Se ha mejorado la alimentación. Tenemos chocolate los domingos a la mañana. Por último, lo que debería dar la medida de la eficacia de estas reformas: el argot está allí proscrito. En síntesis, se acuerda a los jóvenes criminales una vida próxima a la vida más banal. Se la llama regeneración.
La sociedad busca eliminar o volver inofensivos los elementos que tienden a corromperla. Parece que quiere disminuir la distancia moral entre la falta y el castigo, o mejor, el pasaje de la falta a la idea de castigo. Tal empresa de castración va de suyo. Esto apenas si me conmueve. En efecto, si los colonos en Saint-Hilaire o en Belle-Isle llevan una vida en apariencia semejante a la de una escuela de aprendices, no pueden no saber que aquello que los reúne allí, en ese sitio particular, es el mal. Y al
ser mantenida en secreto, no exhalada, esta razón infla cada intención de cada niño.
Al argot habitual que se les prohíbe, los colonos lo han sustituido por otro, más sutil aún y que, por un mecanismo que no puedo explicar delante de este micrófono, se acerca al argot de Mettray. En Saint-Hilaire, uno de ellos, con el que me había familiarizado, me dijo un día: "Cuando dije que el compañero se había salvado, no repitas al director que dije que se había escapado". Él había soltado la palabra. Es la misma que empleábamos en Mettray para hablar de un chico que se escapa, se salva, al que los campesinos persiguen por el bosque como a una cierva", Yo estaba al corriente de un lenguaje secreto, más sabio que aquél que se quería abolir, y me pregunto si no servía para expresar sentimientos demasiado cuidadosamente ocultos. Los educadores tienen la ingenuidad de una samaritana, y su bondad de alma. El director de uno de los Patronatos me mostró en su
escritorio un día una panoplia "de la que parecía orgulloso: una veintena de cuchillos confiscados a los chicos. "Señor Genet, me dice, la Administración me obliga a confiscarles esos cuchillos. Por lo tanto, obedezco. Pero mírelos. ¿Me quiere decir si son peligrosos? Son de hojalata. ¡De hojalata!
Con esto no se puede matar a nadie". ¿Ignoraba que fuera de su destino práctico, el objeto se transforma, que se vuelve un símbolo? Su forma misma a veces cambia: se dice que se ha estilizado. Es entonces que actúa sordamente, hace en el alma de los niños los más terribles estragos. Hundido en un jergón durante la noche u oculto en el doblez de una chaqueta, de un pantalón más bien -no
por mayor comodidad sino con el fin de acercarlo al órgano del que es símbolo profundo- es el signo mismo de la muerte que el niño no cometerá efectivamente, pero que fecundará su ensueño y lo dirigirá, así lo espero, hacia las manifestaciones más criminales. ¿De qué sirve entonces que se lo quiten? El niño, como signo de asesinato, elegirá otro objeto, de apariencia más benigna, y si también se lo sustraen, guardará preciosamente en sí mismo la imagen, más precisa, del arma.
El mismo director me mostró el equipo de scouts que había formado con el fin de recompensar a los niños más dóciles. Vi entonces una docena de jóvenes muchachos, hipócritas y feos, que se habían dejado caer en la trampa de las buenas intenciones. Cantaron ridículas canciones de caminos que están lejos de tener la fuerza de evocación de las quejas sentimentales u obscenas que cantan de noche en los dormitorios o en las celdas. Mirando a esos doce muchachos, estaba claro que ninguno de ellos había sido designado, elegido, con el fin de formar parte de una expedición audaz aunque sólo fuese imaginaria. Pero en el interior de la Penitenciaría, y a pesar de los educadores, existían, lo sé, grupos, bandas más bien,cuyo lazo de unión era la amistad, la audacia, la astucia, la insolencia,
el gusto de la pereza, un aire en la frente a la vez sombrío y gozoso, ese gusto de la aventura contra las reglas del Bien.
Me excuso por emplear un lenguaje tan poco preciso, en apariencia, como el mío. Consideren que intento definir una actitud moral y justifIcarla. Reconozco que quiero sobre todo interpretarla, y hacerlo contra ustedes. ¿Pero no serán ustedes mismos los primeros en hablar de "La Potencia de las Tinieblas", de "el oscuro poder del Mal"? No teman la metáfora"cuando es convincente. Ahora bien, encuentro en ella un empleo más eficaz para hablar de esta parte nocturna del hombre que no se puede explorar, con la que uno no puede comprometerse si no se arma, se reviste, se embalsama, se cubre con todos los ornamentos del lenguaje. Pero sobre todo cuando se intenta cumplir el Bien -notemos que distingo muy rápido el Bien del Mal, pero que de hecho son categorías que sólo ustedes
pueden distinguir más tarde; sin embargo, es todavía a ustedes a quienes me dirijo, les concedo esta cortesía- si se intenta, digo, cumplir el Bien, se sabe adónde se va y qué es el Bien, y que la sanción será benéfica. Cuando es el Mal, no se sabe aún de qué se habla. Pero yo sé que Él es el único que pude suscitar bajo mi pluma el entusiasmo verbal, signo aquí de la adhesión de mi corazón. En efecto, no conozco otro criterio de la belleza de un acto, de un objeto o de un ser, que el canto que suscita en mí, y que traduzco en palabras para comunicarlo a ustedes: es el lirismo. Si mi canto era bello, si los ha turbado, ¿se atreverán a decir que aquello que lo inspiró era vil? Podrán ustedes pretender que existen palabras desde hace mucho tiempo encargadas de expresar las actitudes más elevadas, y que es a ellas a las que he recurrido para que lo menor parezca elevado. Puedo responder que mi emoción reclamaba justamente esas palabras y que ellas vienen muy naturalmente a servirla. Llamen entonces, si su alma es baja, inconsciencia al movimiento que lleva al niño de quince años al delito o al crimen, yo lo llamo con otro nombre. Porque es preciso un atrevimiento orgulloso, un gran coraje para oponerse a una sociedad tan fuerte, a las instituciones más severas, a leyes protegidas por una policía de la cual la fuerza está tanto en el temor fabuloso, mitológico, informe, que instala en el alma de los niños, como en su organización.
Aquello que los conduce al crimen es el sentimiento novelesco, es decir, la proyección de sí en la más magnifica, la más audaz, finalmente la más peligrosa de las vidas. Yo traduzco para ellos, puesto que ellos tienen el derecho a utilizar un lenguaje que los ayude a aventurarse... ¿A dónde, creen ustedes? No sé. Ellos tampoco lo saben, aún cuando su fantasía fuera definida, pero eso está más allá de vuestros dominios. Y yo me pregunto si ustedes no los persiguen también por despecho, porque ellos
los desprecian y los abandonan.
Para ustedes, no preconizo nada. Desde el momento en que hablo me dirijo menos a los educadores que a los culpables. Para la sociedad, en su favor, no quiero inventar algún dispositivo nuevo con el objeto de que ella se proteja. Confío en ella: ella sabrá bien, sola, cuidarse del gracioso peligro que son los niños criminales. Es a ellos a los que hablo. Les pido que no se avergüencen jamás de lo que hicieron, que conserven intacta en ellos la rebeldía que los ha hecho tan bellos. No hay remedios, así lo espero, contra el heroísmo. Pero, tengan cuidado, si hay entre los valientes que me escuchan algunos que no han cambiado la sintonía, que sepan que tienen que asumir hasta el fondo la vergüenza, la infamia de ser almas bellas. Que juren ser salvajes hasta el fin. Serán crueles para agudizar aún más una crueldad con la que los niños resplandecerán. Quien por la dulzura o los privilegios intenta atenuar o abolir la rebelión destruye para sí toda oportunidad de salvación. Y nadie puede excusar el crimen si no ha sido antes culpable o condenado.
Morismas de esta clase parecen surgir suscitados por ese lirismo del que hablaba hace un momento. Lo admito. Para enunciarlos, no me apoyo sino en una sola autoridad: el dolor que experimentaría al proponerles lo contrario. Pero ustedes mismos, ¿sobre qué hacen descansar sus reglas morales? Sufran, por lo tanto, que un poeta, que es también un enemigo, les hable como poeta y como enemigo. El único medio que tendrán las grandes personas, los hombres honestos, de salvaguardar cualquier belleza moral, es el de negar toda piedad a los muchachos que no quieren hacerlo. Porque no crean, Señores, Señoras, Señoritas, que les basta con inclinarse con solicitud, con indulgencia, con un interés comprensivo hacia el niño criminal para tener derecho a su afecto y a su gratitud: habría que ser este niño, tendrían que ser también ustedes el crimen y santificarlo por una vida magnífica, es decir, por la audacia de romper con la omnipotencia del mundo. Ya que nos dividimos desde que lo hemos querido, que nos atrevimos a esta ruptura entre los no culpables (no digo inocentes), los no culpables entre los que están ustedes y los culpables que somos nosotros, sepan que hay toda una
vida que los conducía de este lado de la barrera desde donde ustedes creen poder, sin peligro y para vuestro bienestar moral, tendemos una mano de auxilio. En lo que a mí respecta, he elegido: estaré del lado del crimen. Y ayudaré a los niños no a recuperar vuestras casas, vuestras fábricas, vuestras
escuelas, vuestras leyes y vuestros sacramentos sino a violarlos. 
¡Ay! Temo no tener ya esa misma virtud desde el momento en que, por algo que no es solamente un error de los organizadores de estas charlas, acepté demasiado fácilmente hablar por radio. Los diarios muestran aún las fotografías de cadáveres que desbordan los silos o cubren las llanuras, atrapados en las zarzas erizadas de púas, en los hornos crematorios; muestran uñas arrancadas, pieles tatuadas,
curtidas por los reflectores: son los crímenes hitlerianos. Pero nadie se ha dado cuenta de que desde siempre en las cárceles de niños, en las prisiones de Francia, hay torturadores que martirizan a los niños y a los hombres. No es importante saber si unos son inocentes y otros culpables a los ojos de una justicia más que humana o solamente humana. A los ojos de los Alemanes, los Franceses eran culpables. Nos han maltratado tanto en prisión, y tan cobardemente, que siento envidia por vuestras torturas. Porque son similares y aun mejores que las nuestras. Bajo la acción del calor la planta se ha desarrollado. Ya que fue sembrada por los burgueses que hicieron las prisiones de piedra, con sus guardianes de la carne y del espíritu, me alegro de ver finalmente consumido al sembrador. Estos valientes hombres, que son hoy un nombre dorado sobre el mármol, aplaudían cuando pasábamos con los tobillos engrillados y un policía nos rompía las costillas. Una sola bofetada de sus gendarmes fue vivificada por la sangre ardiente de los héroes del Norte, se ha desarrollado hasta convertirse en una planta maravillosa de belleza, de tacto y de habilidad, una rosa cuyos pétalos torcidos, rasgados, que muestran el rojo y el rosa bajo un sol de infierno lleva nombres terribles: Maídenek, Belsen, Auschwitz, Mauthasen, Dora. Me saco el sombrero.
Pero seguiremos siendo vuestro remordimiento. Y sin ninguna otra razón que para embellecer todavía más nuestra aventura, porque sabemos que su belleza depende de la distancia que nos separa de ustedes, porque lleguemos donde lleguemos, lo sé, las riberas no son diferentes, pero en vuestras playas bien ancladas os distinguimos pequeños, gráciles, caprichosos, adivinamos vuestra impotencia y vuestras bendiciones. De todos modos, alégrense. Si los malvados, los crueles, representan la fuerza
contra la que ustedes luchan, queremos ser esta fuerza del mal. Seremos la materia que resiste y sin la que no habría artistas. Charlatanería romántica, dirán ustedes. Ahora bien, sé que la moral en nombre de la cual ustedes persiguen a los niños, apenas si la aplican. No se los reprocho. Vuestro mérito
consiste en profesar principios que tienden a regir vuestra vida. Pero tienen demasiado poca fuerza para entregarse completamente a la virtud, ni completamente al Mal. Ustedes preconizan una y reniegan del otro, del que sin embargo se benefician. Reconozco vuestro sentido práctico. Pero
no puedo cantarlo. ¡Acúsenme por tanto de lirismo! Pero si ocurre que uno de vuestros jueces, un secretario de tribunal, un director de prisión hace en mi pecho estallar y elevarse un canto, señores, ustedes serán los primeros en enterarse.
Vuestra literatura, vuestras bellas artes, vuestras diversiones de sobremesa celebran el crimen. El talento de vuestros poetas ha glorificado al criminal que en la vida odiáis, sufrid que por nuestra parte despreciemos a vuestros poetas y a vuestros artistas. Podemos decir hoy que es necesaria una rara desvergüenza al comediante que se atreve a fingir en escena un asesinato cuando hay cada día niños y hombres cuyo crimen, si no siempre los conduce a la muerte, los carga con vuestro desprecio o con
vuestro delicioso perdón. Que cada criminal se las arregle con su acto. Es preciso que extraiga de ello los recursos mismos de su vida moral, organice ésta alrededor de sí mismo, obtenga de ella lo que la vuestra le rehúsa.
Para sí -y sólo para sí y por un tiempo muy breve, porque tenéis el poder de cortarle la cabeza- se convierte en un héroe tan bello como los que os conmueven en vuestros libros. Si vive, para seguir viviendo consigo, necesita más talento que el poeta más raro. Sin embargo, los héroes que llenan vuestros libros, vuestras tragedias, vuestros poemas, vuestros cuadros están hinchados, son todavía el
ornamento de vuestra vida al tiempo que despreciáis sus modelos desdichados.
Hacéis bien: ellos rechazan vuestra mano tendida. Si los que me escuchan vieron el film "Sciuscia", se sintieron conmovidos por el juego delicado del sentimiento de niños unidos por el amor más sutil. Admiraron la aventura que no se atrevieron a vivir, pero nadie pensará que existen esos héroes encantadores en la vida misma. Que roben verdaderos billetes de banco a verdaderos padres. Sin duda, lo que se llama el talento de los comediantes nos ha dado tan bellas imágenes; sin embargo, aquéllos que fueron sus modelos más o menos exactos, realmente han sufrido, han sangrado, han llorado (más raramente) y la gloria del mundo se les niega. Soportáis por tanto el heroísmo cuando está domesticado (señalo al pasar que vuestros hechiceros, vuestros artistas, lo domestican
para vosotros, abordándolo sin embargo de lejos). Ignoráis el heroísmo en su verdadera naturaleza de carne, que sufre en el mismo plano cotidiano que vosotros mismos. La verdadera grandeza os roza. Vosotros la ignoráis y preferís su simulación.
Ahora bien, si los niños tienen la audacia de deciros no, castigadlos. Sed duros para que no os usen. Pero desde hace mucho tiempo, hacéis trampa. En vuestros Tribunales, en vuestras Cortes, ya no observáis el ceremonial del ritual -no porque lo hayáis reemplazado por una crueldad
más íntima, una crueldad en pijama, si puedo decirlo así, sino porque por una grave ligereza (un grave descuido), vosotros venís a la sala de audiencias con un vestido remendado cuyos forros a veces no son ni siquiera de seda sino de rayón o de lustrina. Aplicaréis por tanto todas las reglas del
código y ante todo las más formales. El niño criminal ya no cree en vuestra dignidad, porque se ha dado cuenta de que estaba hecha de un cordón desteñido, de un galón descosido, de una piel gastada. El lucro, el polvo y la pobreza de vuestras sesiones lo desconsuelan. Está a punto de ofreceros un poco de majestad que sabe obtener de una sesión más solemne donde comparece en secreto mientras vosotros proseguís bajo sus ojos vuestro infantil simulacro. Por poco, la familiaridad os conduciría a darles golpecitos en las mejillas, a tomarle el mentón, si no temiéseis que se os acusase no de indulgencia paterna sino de abominables sentimientos. Pero yo me alegro de que no sea así, y mi humor os parece muy pesado. Vosotros estáis seguros de que salvaréis a esos niños. Felizmente a la belleza de los pillos de más edad que ellos admiran, a los asesinos altaneros, no podréis oponer nunca más que vigilantes ridículos, apretados en un uniforme mal cortado y mal llevado. No hay ninguno de vuestros funcionarios capaz de conducir a los niños y hacerles tener éxito en la aventura que ellos mismos han iniciado. Nada reemplazará la seducción de los fuera-de-la-ley. Porque el acto criminal tiene más importancia que cualquier otro, ya que es aquél por el cual uno se opone a una fuerza tan
grande, moral y física.
Creéis, también, en la belleza de Vacher, de Weimann, del Ángel Sol. Me levanto contra esta afirmación: "que había en ellos maravillosas posibilidades de las que se habría podido sacar partido...". He aquí un lenguaje que sólo vosotros podéis sostener, es el de la sociedad, pero estaríais
en problemas si os interrogara con rigor. Ellos han extraído de sí mismos las más maravillosas posibilidades. Os queda, si no los conquistáis con dulzura, curar a los niños, porque tenéis a vuestros psiquiatras. A propósito de estos últimos, bastaría plantear algunas cuestiones simples y cien veces planteadas. Si su función consiste en modificar el comportamiento moral/de los niños, ¿es para elevarlos a qué moral? ¿Se trata de la que se enseña en los manuales escolares? Pero el hombre de ciencia no se atrevería a tomarla en serio. ¿Se trata de una moral particular elaborada por cada médico? ¿De dónde saca éste su autoridad? ¿Para qué esas preguntas? Se las escamoteará. Sé que se
trata de la moral corriente, y el psiquiatra queda bien parado dando a los niños el bello nombre de inadaptados. ¿Qué puedo responder? A vuestras artimañas opondré siempre mi astucia.
Hoy, ya que está permitido por quién sabe qué error, a un poeta que fue de los suyos, hablar por este micrófono, quiero volver a expresar mi ternura por esos muchachos sin piedad. Casi no tengo ilusiones. Hablo en el vacío y en la oscuridad, sin embargo aunque sólo fuese para mí,
quiero todavía insultar a los que insultan.

Traducción de Adriana Astutti y Sergio Cueto