I
Los hijos del Zar
jugaron con un balón
En la mañana de mayo, en el jardín del Zar,
se lo lanzaban y lanzaron.
Cayó entre los arriates
o se fugó a la puerta norte.
Una luna diurna colgaba
del cielo a poniente, calva y blanca.
Como la cara de Papá, dijo la Hermana,
arrojando la pelota blanca.
II
Mientras, yo me comía una papa asada
a seis mil millas de distancia,
En Brooklyn, en 1916,
edad: dos años, irracional.
Cuando Franklin D. Roosevelt
era un anuncio de camisas Arrow.
¡Oh, Nicolás! ¡Ay! ¡Ay!
Tosió en tu ejército mi abuelo.
Oculto en un tonel apestoso a vino
tres días en Bucarest
Se fue luego a América
y llegó a ser rey.
III
Yo soy el padre de mi padre,
tú eres la culpa de tus hijos.
En la piedad y el terror de la historia
el niño es de nuevo Eneas;
Troya está en el cuarto de los niños,
el caballito de madera en llamas.
¡Explotación de menores! Cargue el niño
los padres a su espalda.
Y puesto que pasaron tantas cosas
y que la historia no es sino tristor
Para el individuo,
el que bebe té, el que se acatarra,
Generalícese la furia:
odio cosas abstractas.
IV
Hermano y hermana rebotaban
el invicto balón obligado,
Del sol cayeron añicos
como espadas sobre aquel juego,
Marchoso hacia levante entre estrellas
y hacia octubre y febrero.
Mas los vientos de mayo rozaron sus mejillas
como madre que vigila un sueño,
Y si pelean un poco
por culpa del balón
Y la hermana pellizca al hermano,
y el hermano le atiza en las canillas,
¡Pues sí! Así es el corazón humano:
flor de cacto.
V
El jardín donde el balón rebota
es otro balón que retoza.
El remolino rotatorio del orbe
impide el júbilo del albedrío.
Rueda en su foco oscuro de luz,
muy grande para sus manos.
Cosa despiadada sin fin,
capricho y perseverancia,
No se hizo para niños, para juegos,
se hizo para perseguirse.
De los inocentes se apoderan,
no son inocentes.
Son los padres del padre,
el pasado inevitable.
VI
Ahora, en este octubre
de esta mala racha,
Veo mi segundo año,
me como mi papa asada.
Mi mundo untado con manteca
que atiza mi torpe mano
Cae de la silla alta
y me echo a llorar.
Y veo el balón rodar bajo
la verja cerrada de hierro.
Grita la hermana, llora el hermano,
el balón evadió sus albedríos.
Pensar que hasta un balón
es incontrolable,
Y está bajo la tapia del jardín.
El terror se apodera de mí
Si pienso en los padres del padre,
y en mi propio albedrío.
Traducción de José Kozer
-*Delmore Schwartz (1913–1966)*-